Te espero, en el lugar donde los sueños pueden dejar de serlo.
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martes, 10 de julio de 2018

Abriendo puertas.

¡Buenos días, mundo! Hoy de noticias va la cosa. No sé ni cómo empezar.
Hace poco os dejé un pequeño fragmento de "El origen del mal", manuscrito en el que estoy trabajando con toda mi ilusión. Empecé a contactar con editoriales y a enviar los primeros capítulos, de modo que, si con el principio no les engancha, lo desechan. Sinceramente, viendo cómo va el mundo, no esperaba ni siquiera una respuesta, y mucho menos que fuera satisfactoria. Y mucho menos de una buena editorial, ya que creía no estar a la altura de sus libros. Cual es mi sorpresa cuando... ¡me escribe una editorial tan buena como Penguin Ramdom House! Y no sólo eso, sino que además, adjuntaron una especie de escrito oficial en el que me informan de que ya se procede a estudiar seriamente la publicación. Lo que significa que ahora se consulta con unos asesores y se estudia la propuesta que podrían o no hacerme.
Sí señores, ¡se ha abierto una puerta! Ahora hay que trabajar muy duro para terminar el manuscrito, poder hacer que salga a la luz y poder entrar definitivamente por esa puerta.
Mi felicidad ahora mismo es incalculable. Y no me olvidaré de vuestros comentarios, de vuestros ánimos y vuestras opiniones en cada relato aquí publicado.
¿Sabéis? He descubierto que lo imposible realmente no existe. Nosotros somos quiénes, a veces, nos imponemos unas barreras y debemos saber que, para cumplir nuestros sueños, debemos destruir esas barreras que nos impiden volar y alcanzarlos.
No dudéis jamás de vuestra valía. No dudéis jamás de que los sueños están para cumplirlos. Ojalá el mío siga adelante hasta cumplirse.

Pronto volveré con otro fragmento.
¡Hasta la próxima!

miércoles, 4 de julio de 2018

Mi canción.



Desperté.
La magia se había ido, el mundo había oscurecido, persistía aquel dolor en mi pecho, la agonía instalada en mi garganta y la tormenta perforándome con su veneno. Mi canción estaba rota, en miles de pedazos por el suelo.
Me encontraba a punto de enfrentarme a uno de mis miedos, a punto de enfrentarme a mí misma. Alcé la mirada y ambas nos miramos: mi reflejo y yo. No parecía ser yo y en mi rostro se reflejó una expresión de asombro y de temor.
Enfrente de mí no estaba yo.
Enfrente de mí había un cadáver con un corazón muerto aunque latiendo.
Aquel espectro tenía que luchar.
¡Aquel espectro tenía que brillar de nuevo!

Pero tenía miedo.
Miedo al mundo, a los cambios, a lo desconocido. Temía, porque no sabía que, allá afuera, había un mundo esperándome.
Temía aquello que pudiera encontrarme al abrir la puerta. Pero todo llega, y llegó mi día. Abrí la puerta, no sin temor, con el alma temblorosa, con el sonido de mi corazón desacompasado, bailando frenéticamente en el interior de mi pecho.
Y entonces lo vi... ¡Había más mundo! Un mundo que deseaba conocer, un mundo que florecía ante mis pies. Cerré los ojos y respiré profundamente inhalando un aire que se me antojaba diferente. Mis alas ya no estaban encadenadas a mi martirio, pero aun estaban marchitadas después de tanto tiempo sin volar. ¡Era libre! Había abandonado todo aquello que me anudaba y me hacía tanto daño. Y mi alma lo sabía, porque sentía a mi corazón, que seguía bailando, feliz, en mi pecho.
Y comprendí tantas cosas...
Comprendí que el mundo continúa. Que la noche y los sueños siempre llegan, que por muy larga que sea la noche, la mañana siempre llega.
Comprendí que por muy negro que veas el cielo, las estrellas siempre están ahí arriba, que el arcoiris siempre sale tras la lluvia y que no hay peor tormenta que la que se desata en el alma.
Y entonces exploré descubriendo cosas que olvidé que existían: la vida misma y su magia. Una magia que creía fantasía, de historias de hadas.
Y de pronto la tuve frente a mí invitándome a seguirla como un bello y mágico canto de sirena. Me sumergí en ella, me perdí en aquella melodía, en aquel aroma que emanaba y que hipnotizada cada uno de mis sentidos. Me abracé a ella, como si temiera que me fuera arrebatada, como si temiera que ella también me abandonara. Y, día tras día, la sentía crecer en mi interior dándome forma, brindándome brillo en la mirada, regalándole calidez a mi sonrisa. Porque por fin sonreía. Y era una sonrisa de verdad, de esas que nacen en el alma, de esas que viajan hacia tus ojos, que también sonríen. Porque la sonrisa de verdad no se ve sólo en los labios, se ve en los ojos, que se iluminan de repente, aunque tus labios no sonrían.

Eres mi magia, mi sol en la mañana, mi más bonita casualidad y mi canción de madrugada.