No existe palabra exacta que pueda describir lo que siento, al igual que no existe escala que me permita situar en un punto concreto el nivel de mis sentimientos.
Ojalá pudiera verse a través de mis ojos o leerse a través de mi mente.
Me encantaría decirle que la adoro como es, con cada preciosa curva, cada hoyuelo, cada línea de su silueta, cada pequeño lunar que la conforma.
Confesarle que no hay mejor música que la producida por su voz ni mejor melodía que el sonido de su risa.
Decirle que no hay vista más bella que el pardo de sus ojos, que mi mejor refugio sería la guarida formada por sus brazos y que la cama donde hallar mejor descanso sería la de su pecho; que adoro el paisaje, único y precioso, que dibuja su cuerpo. Que daría lo imposible por trazar en su espalda el mapa de mis más secretos sueños.
Pero no puedo evitarlo y, como impulsado por un resorte magnético, al lugar donde se encuentra, me acerco, aprovecho la magia y la belleza que esconde la noche para contemplarla en su sueño haciendo que mi corazón cante en los adentros de mi pecho.
Ahí está, en su lecho, con la calma que precede un bello sueño y con una pequeña sonrisa dibujada sobre su rostro y acentuando sus hoyuelos.
Existe un lugar secreto en el que nadie me puede separar de ti, en ese lugar te pertenezco, en mis pensamientos, en mis sueños. Los dos únicos mundos donde puedo amarte sin barreras ni ningún impedimento.
Es la hora. Ha llegado el momento que más anhelo cuando el día termina y la luna nos alumbra desde el cielo. Es el momento de los sueños. ¿Dónde quieres viajar? Yo puedo llevarte al fin del mundo, puedo conducirte hasta el lugar donde nacen y habitan las estrellas o al paraje más simple del planeta, si así lo deseas.
Vamos a estar juntos mientras dure la noche en nuestro mundo secreto: en el mundo de los sueños. Un mundo donde puedo abrir los ojos y tenerte enfrente, fundirnos en un beso que haga que el planeta tiemble.
Si tardas en encontrarme, no te preocupes, es nuestro sueño y puedes construir el camino que desees. Deambula por el sendero marcado por tus pasos sin ir en busca de nada, simplemente camina fusionándote con el tiempo que de una manecilla a otra se traslada, mientras a su vez la vida de largo pasa y la noche y los sueños acaban.
De pronto, en medio del camino, una luz hallas.
No la buscabas pero llegó a ti, se llama felicidad y está esperándote en medio de la nada. Antes era como una estrella: luminosa, visible pero inalcanzable y tan lejana. Y ahora está frente a ti dispuesta a acunarte con sus alas si escoges el camino en que ella anda.
Lo sabes, tu corazón ha hablado y con latidos se ha expresado pronunciando un nombre. Ya casi estás llegando.
Yo estaré ahí, al final de ese camino, esperándote.
Quizá me encuentres sentado en un banco, con una rosa roja en la mano o, tal vez, sobre un lienzo dibujándote.