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jueves, 22 de marzo de 2018

El poder de la mente


El poder de la mente

No deseaba pensarle y, cuando lo hacía, de un modo involuntario, me preguntaba por qué lo estaba haciendo.
No quería imaginar nada, no quería darle rienda suelta a mi imaginación y alimentarla, pero el control se me escapaba por momentos, huyendo de mis manos, resbalando como el agua entre mis dedos. Y mi mente volvía a quedar presa del desconsuelo mientras mi imaginación quedaba desbocada a los delirios, desenfrenada e incontrolable como un fuego en un paraje seco.
Y es irónico, porque si  de algo podemos tener el control es de nosotros mismos y de nuestros actos. Ahí es donde reside el poder de nuestra mente.
¿Crees en ese tipo de poder?
¿Será cierto que cuando crees en algo con mucha intensidad, sucede de verdad?
El poder del pensamiento, algo tan sencillo como complejo al mismo tiempo. Un poder que te permite ser capaz de recordar, de navegar en el tiempo, de imaginar, de congelar y revivir cada momento. De mezclar pasado, presente, futuro y la fantasía de lo incierto. Y entre todo ese caótico y maravilloso caos interno, están las diversas estancias de la mente. Suena a completa locura, ¿verdad? Pero si te detienes a pensarlo descubrirás que es cierto y que en ellas guardamos o escondemos nuestros más profundos secretos, aquellos que nos conforman, aquellos que se encargan de dar forma a nuestra esencia, a nuestra alma.
Entre ellas podemos encontrar la morada del dolor: una especie de disco duro interior donde guardaremos todo aquello que al recordar, nos hace daño.
La estancia del olvido o también conocida como la de la amnesia, donde permanecerán guardados nuestros pensamientos o recuerdos que preferimos olvidar o dejar de lado durante un período de tiempo.
La alcoba de la felicidad: donde residirán siempre nuestros más preciados, bonitos, inolvidables y maravillosos recuerdos y sueños.
Y quizá el aposento de la muerte: el lugar donde llevaremos a matar, hablando metafóricamente, todo aquello que al revivirlo, nos mata interiormente.
Y así sucesivamente, un espacio para cada sentimiento, pensamiento, recuerdo, temor o emoción que habitan en nuestro interior dándonos personalidad y forma. Y solo nosotros tenemos en nuestro poder la llave de cada puerta, la llave que nos conducirá a revivir cada reminiscencia.
Seguramente ahora mismo te estarás preguntando a cuento de qué viene todo esto. La explicación es remotamente sencilla: a pesar de tener esa llave imaginaria en mi poder, él y solo él, había tomado el control de mi universo paralelo, de mi mundo interno por completo. Sólo por momentos volvía a poseer el dominio de mí misma, de mis más secretos deseos. Intentaba ir almacenándolos en la estancia asignada para cada uno de ellos pero de pronto…
Me encontraba perdida en la profundidad de su mirada, no sólo porque el color de sus ojos me encantaba. Eran mi efecto café. Café que te quita el sueño, que produce desvaríos y desvelos. Nuestros cuerpos moviéndose al unísono como si fuéramos uno solo. Nuestras respiraciones acompasadas deslizándose al mismo tiempo. Su cabello resbalando suavemente entre mis dedos, sus ojos cerrados disfrutando de mi tacto, sus suspiros contenidos, aquellos labios donde habitaba el mismo cielo, su sonrisa, sus lunares, sus hoyuelos…
¿A que sabrán sus labios?
¿Cómo serán sus besos?
¿Cómo será su tacto?
¿A qué olerá su cuerpo?

Y allí estaba. Perdida entre aquellos pensamientos a los que solo yo tenía acceso.